05 de Mayo 2008
Frente a una gran diversidad de necesidades de nuestra población en materia de salud, con un porcentaje importante de pobreza e ignorancia y con la evidente insuficiencia de respuestas a estas demandas tan sentidas por todos, constituye un enorme reto y un imperativo ético para la medicina mexicana despejar los caminos y dar solución en este nuevo siglo a los muchos pendientes de salud en nuestro país.
¿Cómo abordar de la mejor manera las tareas de prevención en el ámbito de las adicciones, de la depresión y otros trastornos psiquiátricos, de enfermedades virales, del SIDA y de otras enfermedades de transmisión sexual, de la obesidad, de la diabetes mellitus, de la hipertensión arterial esencial, por citar algunos ejemplos?
¿Cómo lograr que cada mexicano asista a los centros de salud, clínicas, hospitales, centros de especialidades, con la absoluta confianza de que sus médicos lo tratarán con diligencia, profesionalismo y amor?
¿Cómo conseguir un sistema de salud único en el que las diferentes instituciones que lo conforman trabajan intensamente, evitan duplicidades, se reconocen y respetan y colaboran estrechamente a favor de los pacientes?
¿Cómo llegar a tener enfermeras y médicos con auténtica vocación, alejada del mercantilismo, prudentes, sabios, cercanos a los enfermos y a sus angustias?
¿Cómo estimular el talento médico en áreas tan necesarias como la investigación clínica (con enfermos) o básica (de laboratorio)?
¿Cómo incrementar los recursos del Estado para la salud, para tener suficientes hospitales con espacios decorosos y dignos, bien equipados como lo merecen todos los mexicanos?
Estas son algunas preguntas, para mí cruciales, que han tenido respuestas parciales. A partir de la mitad del siglo pasado comenzó la formación de las grandes instituciones de servicios de salud como el IMSS, posteriormente el ISSSTE y la Secretaría de Salud, atendiendo a los que por no tener trabajo estable no pertenecían a las 2 primeras instituciones. En este nuevo siglo se constituye el Seguro Popular para cubrir los gastos médicos de ese sector tan desprotegido de nuestra sociedad que en la actualidad tiene una cobertura parcial. Los Institutos Nacionales de Salud son pilares en la formación de muchos médicos mexicanos y extranjeros líderes en sus diferentes ámbitos de acción; son también centros de investigación reconocidos cuya influencia académica está fuera de duda.
Los nacientes Hospitales Regionales de Alta Especialidad que se planea estén distribuidos en todo el país y cuya puesta en marcha ha sido lenta y en ocasiones accidentada dan cuenta del tamaño de este reto que los médicos mexicanos debemos asumir. La fortaleza de las decisiones que se tomen en los próximos años descansa en la solidez de la formación de los líderes y requiere una profunda revisión de las Escuelas de Medicina para seleccionar a los mejores, porque ellos serán quienes nos atiendan en los próximos años. El panorama ciertamente no se ve fácil, pero el talento, el trabajo honesto y la perseverancia de los médicos como líderes de los grupos o equipos de salud en cualquier rincón de nuestra patria pueden hacer que las soluciones y las respuestas sean completas.
Dr. Gerónimo Aguayo Leytte